domingo, 2 de abril de 2017

¿Cómo recuperar el tiempo pasado? A propósito de una exposición de Historia


Después de mucho postergarlo, visité el Museo de la Ciudad y el Mar de Las Palmas de Gran Canaria. Era un pendiente desde su inauguración en 2015, y me decidió el reclamo de la exposición Los años de La Luz. Una decisión a todas luces satisfactoria, por dos razones que paso a explicar.




En primer lugar, la exposición en sí misma. Dedicada a la huella británica en las Islas Canarias y, en concreto, en esta de Gran Canaria, toma como punto de referencia la construcción del Puerto de La Luz a finales del siglo XIX. De ahí en adelante y hasta la Depresión de los años 30 del XX, la influencia inglesa en la isla fue sobre todo económica, pero también social: desde un turismo incipiente hasta la gastronomía, pasando por la adopción de palabras anglosajonas (con o sin corrupción local), la vestimenta, las prácticas deportivas e incluso ciertos hábitos de sociabilidad (el club, el hotel). El gran acierto de la comisaria María Teresa Valle Quesada (una experta en el mueble tradicional canario) ha sido no relegar los objetos de la vida cotidiana a meros accesorios de los textos y las fotografías. Aquí tienen su propio peso. Gracias a la generosidad de las familias descendientes de aquellos británicos instalados en Gran Canaria, más los aportes de la FEDAC y el Museo Elder, podemos contemplar porcelana, sombreros, juegos de tocador, retratos, tejidos, todo de la época.

Dos cosas me llamaron la atención en particular. Ahora que he recuperado el interés por la música en vinilo, imposible no detenerme a observar los dos discos de la familia Wood. No anoté la fecha del prensado, pero aparentan ser del primer formato en circulación para gramófono (78 RPM, pizarra o acetato). Uno es del sello HMV y, por el número de catálogo (B-5404), debe de ser de finales de los años 20. El otro es una Musical Box interpretada por el pianista ruso Vasily Sapelnikov para Aeolian Vocalion Records (B-3109), lo que nos situaría a mediados de la misma década.

La otra curiosidad es una vitrina con productos variados: cajas de fósforos ilustradas con una historia de la moda del vestir; latas de herramientas y accesorios de garage (un anglicismo importado) de la marca Nubo; otra de "treaclets" (¿melaza?) de palma, sin duda relacionada con la Walters’ Palm Toffee Ltd; incluso, caramelos trufados con sal marina (una delicatessen de ayer y hoy) de la firma chocolatera Charbonnel et Walker, todavía en activo (sin el Walker) en el Reino Unido y los Estados Unidos.

Además de recordatorio de la impronta de Gran Bretaña en Canarias, Los años de La Luz nos hace recapacitar sobre la capacidad evocadora de las imágenes y los objetos. Quiero decir, de evocar el pasado, esa Historia más o menos lejana tan difícil de aprehender con la simple palabra escrita. Es verdad que no faltan novelas, biografías y memorias que han tenido un éxito razonable en tal empeño. Así, y con motivo de esta exposición, enseguida me viene a la mente la obra de Alonso Quesada (Smoking-Room, Las inquietudes del Hall). También la fotografía y el cine son de ayuda inestimable para el proceso de recuperación y comprensión del pasado del que hablo, con la diferencia de que la primera ofrece una realidad estática y el segundo lo hace desde el movimiento. En Canarias contamos con una abundante muestra fotográfica desde las últimas décadas del XIX, no así de proyecciones cinematográficas pese a su prometedor arranque en las décadas iniciales del XX.

¿Qué papel desempeñan los historiadores profesionales en esta empresa? Nada diré de los arqueólogos, para los cuales el objeto material es pieza fundamental de su trabajo. Pero sí del historiador de archivo, el que se mueve entre papeles, deteriorados e ilegibles cuanto más retrocede en el tiempo. Transformar esa masa de datos en una información realmente accesible para el público es algo que sólo está al alcance de unos pocos especialistas del mundo académico. La escuela inglesa siempre ha sido un ejemplo a imitar; pienso, por ejemplo, en El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo, libro de Peter Laslett sobre la sociedad preindustrial inglesa que leí más tarde de lo debido. En Francia, Fernand Braudel y sus discípulos también se esforzaron, a su manera, en conjugar rigor y divulgación. De España destaco, sin dudarlo, a Antonio Domínguez Ortiz, capaz de hacernos entender los intringulis de la Hacienda en tiempos de Felipe IV, o la compleja sociedad española del siglo XVII, con amenidad y sin temor a morir sepultados por estadísticas y teorías tan brillantes como ininteligibles. En Canarias yo no he leído nada -ni a nadie- parecido. Una lástima, porque mentes capacitadas no faltan entre nuestros historiadores.

Quizá otro día desarrolle más en extenso la cuestión, que ahora me limito a plantear. En cualquier caso, si aún no lo has hecho, no dudes en visitar Los años de La Luz. Tanto si ya conoces el tema, como si no, no te defraudará. Hasta el 30 de mayo tienes tiempo de sobra.

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